Obligaciones del Juez *

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Lic. Fernando Gabriel Hidalgo Sosa**

En muchas ocasiones he reflexionado acerca de las obligaciones que contraje conmigo mismo cuando decidí presentarme al examen de oposición  por el cual se seleccionaría  a tres jueces cuyas plazas estaban vacantes.

Pensé que, como en los anteriores trabajos que hasta entonces había desempeñado, si resultaba aprobado en mi examen, sólo tendría que esforzarme a toda mi capacidad para hacer un papel digno en esa nueva responsabilidad, que por cierto es y ha sido la más satisfactoria que he tenido en mi vida.

Cuando fui informado de que era uno de los seleccionados para ocupar una de esas  vacantes, obviamente sentí una enorme felicidad y me sentí sumamente orgulloso de ello. Las felicitaciones que recibí de los que entonces pasaban a ser mis superiores jerárquicos  me fortalecieron emocionalmente y, al momento de rendir la Protesta como Juez, tuve la nítida sensación de que empezaba una nueva etapa en mi vida, no solamente en lo laboral, sino en todo lo que significaba para mí aplicar los conocimientos adquiridos en la Escuela de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, de la que egresé tiempo ha, sumados a los que había adquirido también en la práctica profesional, durante poco más de catorce años que me desempeñé como abogado postulante.

Pero sinceramente, nunca me imaginé que esas responsabilidades fueran tantas y tan sustanciosas, hasta que me vi investido como juez y empecé a detectar mis propias limitaciones: las  que  me impedían desempeñar adecuadamente mis funciones; es decir, en la forma como yo me había imaginado que debía ser la actuación de un juez.

Como resultado del análisis de mi situación, me percaté que me faltaba PACIENCIA, pues  algunas veces al atender personas que no eran conocedoras del derecho, me llenaba de impaciencia cuando las explicaciones que les daba no eran captadas de inmediato, sin ponerme a pensar que eso resultaba lógico, ya que los tecnicismos legales no son fáciles de comprender por personas ajenas a la ciencia jurídica y, en ocasiones, ni por algunos abogados.

Al reflexionar al respecto, tuve que reconocer que muchas ocasiones me pasaba lo mismo a mí; es decir, no entendía de inmediato algunas ejecutorias de la Corte, o de alguna de las Salas del H. Tribunal Superior de Justicia o bien algún pensamiento doctrinal. Entonces, me hice a la idea de que si a los que hemos estudiado la hermosa carrera de Derecho, se nos dificulta en ocasiones entender algunos temas jurídicos, con mayor razón se les hará difícil  a los neófitos en la materia legal.

Además de la carencia de paciencia, me pude percatar de que necesitaba adquirir otras virtudes, si en realidad quería hacer un buen papel como juez, por lo que en diversas lecturas que busqué para ilustrarme al respecto, caí en la cuenta de que también me harían falta, entre otras, las siguientes: responsabilidad, elocuencia, estudio, sentido de la crítica, objetividad, ejercicio de la literatura, lógica, discreción, veracidad, ecuanimidad, erudición, sociabilidad, franqueza, amor al derecho, así como mucha fe y amor por la justicia.  La conclusión a la que arribé fue que si nos proponemos tener todas esas características y aportamos  todo nuestro esfuerzo en ello, tarde o temprano lo lograremos en beneficio de los justiciables.

Las características ya citadas, generalmente se consideran propias de los  abogados, pero indispensables para los que ejercemos la judicatura. Además, el Código de Ética del Poder Judicial del Estado de Hidalgo, también nos exige tener lealtad, confidencialidad, eficiencia, honradez, responsabilidad, profesionalismo, transparencia, optimización y puntualidad. Por tal motivo, se considera que quien no cumple con todos estos principios rectores, no está cumpliendo con nuestro  Código de Ética.

Aunado a lo anterior, creo que el sentido común (que según dicen algunos, es el menos común de los sentidos) es el complemento ideal de las características a las que ya me referí, además desde luego de la PRUDENCIA, la  que tengo entendido,  es la madre de todas las virtudes. Como se ve, son muchas las cualidades  que un juez debe reunir para desempeñar un papel digno dentro de la judicatura.

Pero también, los jueces debemos evitar acudir a lugares que para otros no están vedados, como son las cantinas, palenques y algunos otros sitios parecidos, ya que nuestra presencia en ellos demerita nuestra imagen por obvias razones. Digo lo anterior, no porque piense que el juez deba vivir en el limbo, sino porque debemos inspirarle a los demás esa imagen de hombres o mujeres rectos, amables, respetuosos, inteligentes, cultos y humanos.

Creo que el juez debe tener un sitio muy especial en la sociedad y lograr que se le respete en todas las circunstancias, no sólo por el cargo que ostenta, sino también por su conducta. Así, los jueces no debemos mostrarnos sumisos ante ninguna de las partes, pero tampoco déspotas y, como la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado nos obliga a obedecer sólo a la ley, pues entonces somos libres para rechazar cualquier intento de  amenaza o presión para tratar de obligarnos a resolver en forma contraria a las constancias de autos y, en consecuencia, en contra de la ley.

Otra actitud que debemos evitar los jueces es actuar con soberbia, ni con las partes ni con nuestros subordinados en el juzgado. El hombre soberbio es implícitamente inseguro, falto de cultura, de educación, de la más elemental cortesía; debemos recordar que la verdadera grandeza radica  en la humildad,  entendiendo esta palabra en su acepción más sublime. Debe el juez actuar con equidad, no sólo en el expediente, sino en todos los problemas cotidianos que se le presenten.

Es delicada la función del juez, si recordamos que somos una parte importantísima del Estado, refiriéndome a éste como el ente soberano que busca con la creación, aplicación y ejecución de las leyes,  mantenerse como vigía del orden jurídico, de la paz y de la seguridad social. En verdad que es delicada nuestra función; no obstante lo anterior, y también por eso, reitero que la función de juez es la más hermosa y edificante que me ha tocado desempeñar y espero seguir en ella mientras mi cuerpo y mente me lo permitan.

* Texto originalmente publicado en la revista Sociedad y Justicia, número 13.

**Juez  Civil y Familiar de Huejutla

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